sábado, 3 de abril de 2021

 

A MI NIÑA

¿Cómo pueden diez años pasar en un segundo? ¿Cómo pueden diez años caber en un abrazo?

Diez años ya, mi amor, desde que te encontré, diez años ya, mi vida, desde que viniste a mi mundo.
No fue nada fácil tu llegada. No venías sola, lo sabes, pero las dos no podíais tirar para adelante. Las dos no podíais salir ilesas y tu hermana Inés te dejó su hueco para que tú conquistaras la vida en su nombre y el tuyo. No fue fácil, mi amor y sigue sin serlo.
Cada uno afronta los golpes que le da la vida como puede y yo decidí borrarlo de mi “disco duro” pero siempre ha estado ahí. Es mejor afrontar la vida como viene y no intentar olvidarla como he hecho yo. Pero la debilidad forma parte de nuestro ser y no tenemos un manual de instrucciones para hacer siempre lo correcto.
Llegaste en una tormenta y la borrasca continuó un tiempo, porque buscabas y no hallabas, alargabas tu mano y no la tocabas. Hasta que te diste cuenta que estaba en ti. Inés y tú eráis una sola y siempre te acompañaría en tu vida para ayudarte, acompañarte, aconsejarte. Entonces llegó la calma.
Hoy cumples diez años.
Mi niña crece inevitablemente y quiero decirte muchas cosas.
¿Sabes? Jamás tuve miedo a la muerte hasta que tú llegaste. Ahora sí lo tengo porque no quiero perderme ni un segundo de tu vida, no quiero dejar de abrazarte, de besarte, de jugar, de seguir subiendo montañas a tu lado. Quiero ser tu cómplice por siempre, quiero que me busques cuando tengas pesadillas porque, como te digo muchas veces, mi misión en la vida es protegerte. A ti te gusta que te lo diga porque te sientes segura y a mí me gusta decírtelo porque le da sentido a muchas cosas, sobre todo a todas mis renuncias. Porque la vida es elegir y renunciar. Sé perfectamente, cuando te miro a los ojos, que todo ha valido la pena y que seguirá valiendo porque no hay camino más bonito que el que sigue a tus pasos.
Tú me has dado armas para luchar. Ahora no me callo ante las injusticias, no soy el hipócrita que era antes de tu llegada que ponía buena cara a todo y a todos. Ahora me has hecho fuerte porque quiero que tu mundo sea mejor que el mío y quiero, que estés donde estés, nunca permitas que nada ni nadie te pise. Lucha, mi amor, por tus ideales. La utopía es una buena meta para vivir. No hay mejor arma que el amor, pero sin poner la otra mejilla porque te la parten. Lucha, mi amor, por mejorar el mundo, por proteger a la naturaleza, por disfrutar con las cosas sencillas de la vida.
Te hemos enseñado que las fronteras son ficticias, que solo existen en los mapas y en las mentes débiles. Ya lo sabes, mi amor, tu país es el de las buenas personas; da igual que se llamen Ana, Mohamed o Iñaki. Las banderas separan, los himnos ensalzan lo vacuo.
Vive y deja vivir, respeta pero nunca al que no respete, escucha pero no al que odia, dialoga pero no con el que grita, ama con todas tus fuerzas pero no a los que quieran cambiarte.
Diez años ya. ¿Sabes que casi cabías en la palma de mi mano cuando naciste? Eras frágil de aspecto, demasiado frágil. Tu lucha por llegar había sido dura pero lo conseguiste y ahora eres una niña fuerte, con las cosas muy claras; a veces demasiado claras. Así te hemos educado. El mundo te espera Ana, ve a por él.
Feliz cumpleaños mi niña
Tu padre: Manolo

PEQUEÑO CUENTO DE JUEVES SANTO

 

PEQUEÑO CUENTO DE JUEVES SANTO

Apenas despuntaba el mes de abril, amanecía el Jueves Santo en forma de susurro, sin molestar; como de paso.

No era un Jueves Santo de esos que te llaman temprano para ir a buscarlo encaminándote a saborearlo y vivirlo. Era distinto; sin estridencias, sin prisas, sin pellizco.

Manuel, un vecino del barrio, exiliado en los arrabales provinciales, porque de arrabales saben mucho los que allí nacieron, se dispuso a ir a su casa como todos los años en este día, ya se sabe que la casa de uno no es donde vive su cuerpo sino su corazón; no es donde moras sino el decorado que acompaña a tus sueños nocturnos.

Al llegar al Arco, sintió una brisa distinta en su rostro. Los colores de su infancia aparecían impregnados en cada rincón. Recordó las tardes de juego en los jardines del hospital, el camino diario a su escuela, los sonidos del tren las tardes de otoño, la radio nocturna compartida con su hermano. Se acordó como convencía siempre a su hermana pequeña para que le bajara a por tabaco, como su madre cantaba coplas mientras cocinaba. Tiempos de escasez; tiempos felices.  Andaba Manuel con sus recuerdos cuando sintió su llamada y, ¿c

ómo resistirse ante ella?; no se puede. Se puso en la cola y lentamente, que es como se acercan los enamorados para contemplarse, fue llegando al atrio más hermoso del mundo, no por su arquitectura, sino por lo que anuncia.

Poco a poco avanzaba hasta que  llegó ante Ella; por fin  volvieron a encontrarse. Hacía  tiempo que no se veían.

-        Te he echado de menos Manuel.

-        Sí, yo a Ti también. La pandemia nos tiene separados, pero hoy tenía que hacer una excepción y venir a verte; te necesitaba.

-        Ya lo sé.  Son muchos los que están como tú, pero hoy  se están acercando por aquí; hoy vuelven para estar un ratito conmigo.

Manuel siguió un rato con su conversación de familiares reencontrados y pudo intuir como en los primeros bancos estaban sentados aquellos que se fueron y que vuelven cada año a su barrio. Pudo oler la colonia Brumel de su padre, la fragancia a jabón perfumado de su tía abuela. Pudo oír las coplillas de su vecina, la música que escuchaba su maestro.  Sí, estaban todos allí,  los sentía como se siente la brisa del mar cuando uno se acerca. Estaban en su casa un Jueves Santo más, junto a Ella, junto a sus vecinos de toda la vida. En ese momento lo supo: el enraizamiento con el barrio es tan fuerte que es eterno; ni la muerte puede con él.

Manuel se fue, andando despacito hacia atrás, sin dejar de mirarla, hasta que en la última distancia se despidió: – Adiós vecina, me voy con más Esperanza de la que vine.

Manuel Fuentes

Pd: Dedicado al pequeño Manuel. Al que acumuló todos los olores, sabores y colores de su barrio.