Por fin hemos podido salir de Salamanca. Nuestra intención era estar dos días y al final han sido cuatro.
El martes pudimos poner de nuevo rumbo al norte. Nuestra intención era zarpar a las 8 de la mañana con los vientos matinales pero al final se quedó solo en intención y partimos a las 12.30 con los vientos calurosos del estío salmantino.
El viaje que según previsiones era de 5 horas hasta Sopeña en Cantabria se han convertido en 9 horas. ¿Por qué? pues por diversas razones. La primera el sitio donde paramos a descansar y almorzar. Para pedir dos bocatas con dos refrescos tardamos una hora. Y es que parece que algunas personas tienen el ritmo del Caribe a la hora de trabajar.
La segunda razón es que la brújula y el astrolabio (marca Tom-Tom) no está muy actualizado por lo que te da algunos rodeos mosqueosos. La tercera y más importante es que la tripulación no tenía ni idea de la cantidad de pueblos que se llaman Sopeña en España. Además en Cantabria hay tres. Pues ya se pueden imaginar que dirigimos la nave hacia la otra punta de la comunidad. Nos dimos cuenta cuando nos dejó en un pueblo al lado de la playa y nosotros íbamos a la montaña. Puesto en contacto con la nave malagueña tuvimos que dirigirnos hacia el oeste y navegar 100 kilómetros más hasta que llegamos al punto de encuentro. Por fin después de más de nueve horas de navegación arribamos al puerto deseado y pudimos fondear tranquilos.
El camping es una pasada. Los cuartos de baño impresionantes, con aromaterapia, hilo musical, grifería de las que no encuentras en el Ikea. Todo supercuidado.
Hoy hemos dedicado la mañana a realizar un avituallamiento de comida sana para pasar la resaca del virus ya que las bodegas del barco están llenas de productos poco recomendables para estas circunstancias.
Por la tarde con nuestros amigos Alberto y Mayte (que llevaban dos días esperándonos) hemos realizado una incursión por la zona. Entre otras cosas hemos aprendido que las vacas en Cantabria no son vacas cualquiera son vacas Tudancas una raza autóctona de acá. Leche no se si dan mucha pero cuernos tienen pa reventar y además retorcidos. Campan por todas partes y nadie las molestas (como pa acercarse a esos bichos).
También hemos aprendido que la comida sana será muy recomendable pero estamos deseando pasar la resaca del virus pa atacar la que traemos en las bodegas que sana no será pero se pasa mejor con ella.
Bueno esta tripulación se despide hasta mañana que queremos hacer un poco de senderismo por la zona a ver cómo de recuperados estamos.
El martes pudimos poner de nuevo rumbo al norte. Nuestra intención era zarpar a las 8 de la mañana con los vientos matinales pero al final se quedó solo en intención y partimos a las 12.30 con los vientos calurosos del estío salmantino.
El viaje que según previsiones era de 5 horas hasta Sopeña en Cantabria se han convertido en 9 horas. ¿Por qué? pues por diversas razones. La primera el sitio donde paramos a descansar y almorzar. Para pedir dos bocatas con dos refrescos tardamos una hora. Y es que parece que algunas personas tienen el ritmo del Caribe a la hora de trabajar.
La segunda razón es que la brújula y el astrolabio (marca Tom-Tom) no está muy actualizado por lo que te da algunos rodeos mosqueosos. La tercera y más importante es que la tripulación no tenía ni idea de la cantidad de pueblos que se llaman Sopeña en España. Además en Cantabria hay tres. Pues ya se pueden imaginar que dirigimos la nave hacia la otra punta de la comunidad. Nos dimos cuenta cuando nos dejó en un pueblo al lado de la playa y nosotros íbamos a la montaña. Puesto en contacto con la nave malagueña tuvimos que dirigirnos hacia el oeste y navegar 100 kilómetros más hasta que llegamos al punto de encuentro. Por fin después de más de nueve horas de navegación arribamos al puerto deseado y pudimos fondear tranquilos.
El camping es una pasada. Los cuartos de baño impresionantes, con aromaterapia, hilo musical, grifería de las que no encuentras en el Ikea. Todo supercuidado.
Hoy hemos dedicado la mañana a realizar un avituallamiento de comida sana para pasar la resaca del virus ya que las bodegas del barco están llenas de productos poco recomendables para estas circunstancias.
Por la tarde con nuestros amigos Alberto y Mayte (que llevaban dos días esperándonos) hemos realizado una incursión por la zona. Entre otras cosas hemos aprendido que las vacas en Cantabria no son vacas cualquiera son vacas Tudancas una raza autóctona de acá. Leche no se si dan mucha pero cuernos tienen pa reventar y además retorcidos. Campan por todas partes y nadie las molestas (como pa acercarse a esos bichos).
También hemos aprendido que la comida sana será muy recomendable pero estamos deseando pasar la resaca del virus pa atacar la que traemos en las bodegas que sana no será pero se pasa mejor con ella.
Bueno esta tripulación se despide hasta mañana que queremos hacer un poco de senderismo por la zona a ver cómo de recuperados estamos.
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